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Comentarios 5 agosto 2016

2 comentarios:

  1. Dice que el Magisterio no es Palabra de Dios. Claro: es la enseñanza de la Iglesia sobre la Palabra de Dios y otras materias doctrinales y morales. La Palabra de Dios también está escrita con un estilo y condicionantes de aquella época y la Iglesia le ha dado siempre la verdadera interpretación, precisamente por lo que usted achaca al Magisterio: por la dificultad de ciertos pasajes, el modo de expresión de la época, etc. Justo al contrario de lo que dice: el Magisterio es el intérprete de la Escritura y no al revés. No debe olvidarse que la Tradición Apostólica es anterior al Evangelio, que se transmitió oralmente y que abarca más que lo escrito -como asegura el propio Evangelio-, lo cual retuvieron y transmitieron los Apóstoles, formando parte del Magisterio de la Iglesia.

    Sobre Trento, a diferencia del Vaticano II, es dogmático y escrito con total claridad. No entiendo la dificultad de confesar todos los pecados indicando materia, número y especie. Los fieles lo entienden perfectamente. No es necesaria ninguna "ciencia teológica" para distinguir que no es lo mismo que uno haya pecado una sola vez, que hacerlo a diario durante tres décadas. Cualquier simple fiel nota la diferencia y mayor gravedad entre fornicar con un desconocido o con un familiar. Tampoco se requiere "ciencia teológica" ni exégesis para saber que no es igual decir una mentira piadosa que asesinar a veinte personas. La disquisición que hace entre la confesión de un campesino o una monja no afecta nada a la capacidad de cualquier penitente para reconocer sus propios pecados, la gravedad de todos y cada uno de ellos, y que su número y especie varían su malicia. Sabe que debe arrepentirse de ellos en su justa medida, sin cicaterías. Da igual que desconozca la nomenclatura: sabe perfectamente lo que ha hecho, y lo que menos necesita es un sacerdote que le impida confesarse bien cuando pretende hacerlo o que les anime a hacerlo mal. Eso sí puede causar muchos problemas: confesiones sacrílegas, escrúpulos, mala conciencia... El sacerdote debe orientar a los fieles, no desorientarles. Lo de la exégesis para interpretar el Magisterio debe de ser algo así como "interpretar la interpretación". Los fieles no necesitan más confusión de la que ya hay en la Iglesia. Pregunta: "¿Cuántas veces dice la Biblia que los que hacen tal o cual cosa no se salvarán? No negamos el versículo, pero requiere intepretación". Cuando Cristo ha sido taxativo, nadie tiene potestad suficiente para tratar de enmendarle la plana buscando una "interpretación" que contradiga sus palabras porque no gustan. La Iglesia, por mandato divino, debe conservar y difundir la Revelación, no falsearla o cambiarla para adaptarla a los gustos de una época determinada.

    Sobre dar gloria a Dios y honrar a los padres, lo primero no implica estar siempre de rodillas y diciendo "gloria, gloria"; y lo segundo obliga a no deshonrarlos nunca, no a hacer actos positivos y continuos de homenaje. No se peca por no rezar todo el día, pero sí por no hacerlo nunca o cuando se debe. Tampoco se peca por no ensalzar o mimar de continuo a los padres, pero sí por insultarles, golpearles o abandonarles en sus necesidades. Estas obviedades no requieren interpretación, exégesis o "ciencia teológica" alguna, y lo entiende perfectamente un adolescente, un campesino, una monja o un sacerdote.

    El Decálogo es obligatorio, no un ideal. Afirmar que nadie puede cumplirlo es un error condenado por la Iglesia. La confesión también es obligatoria y hay que decir todos los pecados que se recuerden, su número -o una aproximación- y la especie. No es capricho, ni tortura, ni ganas de fastidiar al confesor o al penitente. Los penitentes no sufren por confesar un pecado cometido; pero sí por no confesarlo. Una mala confesión hace mucho daño a quien recurre al sacramento doliéndose de sus pecados y sale del confesionario con mucho más dolor, aunque tarde en aflorar, por no haberse confesado bien, sea voluntariamente o alentado por un mal sacerdote.

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  2. De acuerdo completamente. Nadie más dice nada?

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